Diez consejos para ayudar a los niños a aprender a leer (si es que quieren aprender)
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Tengo un hijo de 5 años que está a punto de cumplir 6, que sabe leer desde hace más de un año, siendo el primero de la clase en hacerlo. Mucha gente nos pregunta cómo lo hemos hecho, incluso la profesora cuando un buen día se acercó a nosotros y nos dijo “¡sabe leer!”. No supimos qué responder porque pensábamos que todos los niños de la clase leían más o menos como él, pero al decirnos esto nos dimos cuenta de que no, era el único y además ella estaba impresionada.
La respuesta es muy simple: mi hijo aprendió a leer porque quería aprender a leer. Se fijaba en las letras, observaba cómo leíamos, preguntaba por ellas y preguntaba “qué pone aquí” y cosas similares. Viendo su interés decidimos ayudarle a aprender y, entre hoy y mañana, os daré diez consejos para ayudar a vuestro hijo a aprender a leer, si es de los que os pide aprender.
Hubo gente que al verle leer con 4 años (estaba cerca de cumplir cinco) nos recriminó el haberle enseñado tan pronto porque hay quien dice que “es tan malo que aprendan tarde como que aprendan pronto”. La frase no está mal, porque no es bueno forzar a los niños a que aprendan a leer si no están motivados para ello, pero si los niños preguntan, si tienen curiosidad y te piden que les eches una mano, lo contraproducente es no respetar su curiosidad y no responder a sus inquietudes (a no ser que queramos que dejen de ser curiosos y que dejen de preguntar para aprender).
Con esto quiero decir que si mi segundo hijo, Aran, que tiene ahora 3 años cumplidos ayer mismo, no nos pregunta por las letras ni nos dice “qué pone aquí”, aprenderá a leer cuando le enseñen en clase y con los cuentos que leemos en casa, porque papá y mamá no van a forzar nada (aunque sí seguiremos algunos de los consejos que os ofrezco, porque son inherentes a nuestra forma de ver la lectura).
La importancia de saber leer
Saber leer es una de las cosas más agradables que existen, porque gracias a que sabemos leer entendemos la mayoría de nuestro entorno (hay letras, rótulos, frases, instrucciones y palabras por todas partes), porque así podemos leer libros y al hacerlo adquirir vocabulario y conocimientos, descubrir nuevos mundos, personajes e historias que podemos saborear poco a poco y cuya magnitud es mucho mayor que la de una película, que en menos de dos horas concluye.
Fijaos si es importante la lectura que en Finlandia, el país que mejores resultados académicos ha venido mostrando en los últimos años en el informe PISA, los niños no empiezan a leer hasta los 7 años. Dicho así suena un contrasentido, pues lo lógico parece ser que cuanto antes aprendan a leer mejor para los niños, pues antes descubrirán el placer de la lectura, sin embargo lo hacen por un motivo evidente: quieren que los niños aprendan a leer cuando de verdad quieran leer y no cuando los mayores queramos que lean, a riesgo de que lo hagan demasiado pronto, no estén motivados para ello, les parezca aburrido y acaben detestando las letras, las palabras y en definitiva el mágico mundo de la lectura.
Se ha observado que los niños que más tiempo dedican a la lectura son los niños que mejor comprensión lectora tienen y también los que acaban captando conceptos de manera más rápida, hecho que acaba por verse reflejado en los resultados académicos. Es decir, los niños que leen más son los niños que de media acaban sacando mejores notas.
Repito, mi intención con esta entrada no es hacer que los padres consigan que sus hijos lean con 3 años, ni con 4 ni con 5, sino ofrecer consejos y pautas para aquellos padres con hijos que les preguntan y tienen curiosidad por aprender a leer, viéndose ellos en la duda de qué hacer, pues lo enseñado en clase no satisface su curiosidad.
1. El mejor ejemplo está en casa
Está claro que el primer consejo tiene que ser este: el ejemplo. Nosotros los padres somos sus máximos referentes y las personas en que más se fijan. Si nosotros no cogemos un libro, si apenas tenemos en casa y si no nos ven leer es más difícil que ellos quieran leer, porque les sonará raro que insistamos en que lean cuando nosotros no lo hacemos. Es más, los niños muchas veces llegan a la conclusión de que si insistimos demasiado en algo es que muy divertido no es (nadie les insiste en que vean la televisión, por ejemplo).
2. Que tengan libros, claro
Siempre recordaré a la madre de una niña de casi dos años que me preguntó una vez si ya era buen momento para comprarle cuentos a su hija. Me quedé sorprendido, descolocado, desconcertado… “¿Dos años y aún no tiene cuentos ni libros? ¿Nadie se ha sentado con ella para leerle un cuento?”, pensé. Evidentemente le respondí que sí, que por supuesto era un buen momento para contarle cuentos y que, de hecho, era una de las mejores cosas que podía hacer para entretener, divertir, estimular e instruir a su hija.
Por eso los niños tienen que tener cuentos y libros tan pronto como se pueda. De pequeños sirven los de ropa, para el baño los hay impermeables, luego llegan los de páginas gruesas, con las letras, números y colores para ir luego siendo más completos, más extensos y con páginas menos gruesas.
No sé cómo lo haréis vosotros, pero en mi casa siempre que ha habido regalos, han caído cuentos y libros. Siempre. Insustituibles. Nunca han faltado libros.
3. Que los tengan en un lugar accesible
Que tengan no es indicativo de que los vayan a tocar. Conozco personas que apenas leen que tienen (diversos) libros en casa (sorprendentemente), probablemente como adorno o como elementos acumuladores de polvo. Los niños pueden tener también un montón de libros, pero si están guardados en una caja, o en una estantería elevada, no ganamos nada.
Deben estar accesibles, a su altura, en alguna estantería donde estén de pie (si están tumbados cogerán el primero y a lo sumo el segundo, pero no los de debajo) y los puedan ir cogiendo y dejando según vaya interesando.
4. Que elijan los libros que quieren
No todos los libros que tengan deben llegar a través de regalos, porque así serán todos elegidos por los demás (y los adultos normalmente leemos antes los que compramos nosotros que los que nos regalan y desconocemos).
De vez en cuando, sin motivo aparente (sin cumpleaños, sin que sea Navidad ni haya motivo para regalar), está bien acercarte con tu hijo a la librería y estar un rato con él. Los libros infantiles son coloridos, divertidos, dan ganas de mirarlos todos y estar ahí para ellos es como entrar en un pequeño parque de atracciones cultural. Miran libros, los abren, los dejan (nosotros siempre controlando para que los respeten, claro), y al final que elijan el que quieran.
Nosotros en casa tenemos un par de libros de Geronimo Stilton porque fuimos a ver la obra, conocen el personaje y los libros son chulísimos, pese a que son extensos y están destinados a niños de a partir de 7 años. Jon los eligió con 5 años recién cumplidos y de vez en cuando lee una parte, luego nosotros continuamos con otro párrafo, sin prisa, para saborearlo y para que él no se frustre viendo que va más despacio, y sigue él con un nuevo párrafo hasta que él decide que por hoy ha leído suficiente.
Evidentemente también tienen que tener libros adecuados a su edad (de hecho, prácticamente todos deben serlo), con menos texto, más cortos y dinámicos y que les permita acabar la historia en un día y no en varios.
5. Que conozcan el alfabeto
Lo ideal para empezar es que conozcan un poco el alfabeto, o sea, que reconozcan las letras. Que sepan qué letra es cada una, porque a partir de que las conocen pueden luego combinarlas fonéticamente al leer sílabas: “La B con la A no se dice BE-A, sino BA”. Para que las aprendan, debemos decirles qué letra es cada una y luego añadir el fonema (precisamente para favorecer que al leer “PAPA” no se queden diciendo “PE-A-PE-A”, sino “Pppp-A-Ppp-A”, que al ganar velocidad se convierte en “PA-PA”). Es decir, cuando aprendan la “B”, decir, “BE, Bbbbb”, cuando aprendan la “S” decir, “ESE, Ssssss”, cuando aprendan la “M” decir, “EME, Mmmmmm”.
Para que conozcan las letras sin que aprenderlas sea aburrido puede ir bien jugar directamente con letras físicas. Un buen recurso (un grandísimo recurso, diría yo) son las letras imantadas, para la nevera, por ejemplo, o para las pizarras que admiten imán. Con ellas pueden jugar a colocar las piezas e incluso puede ser interesante hacerles un “encajable” en una cartulina Din-A3 para que las coloquen ahí.
Esto no es más que coger una cartulina blanca y repasar letra por letra dibujando el contorno (si queréis en el mismo color que la letra), sujetándolo después a la pizarra con imanes (o como queramos) para que luego ellos vayan poniendo las letras en su lugar.
Si no queréis comprar letras de imán siempre podéis imprimir unas letras, recortarlas y jugar con ellas (pintándolas, poniéndoles pegamento, haciendo manualidades con ellas, etc.). En Bebebibobú, Andrea nos ofreció hace unos meses unos juegos de letras para imprimir, con fundas para guardarlas y todo (para que luego no digáis que no os lo pongo fácil).
Es recomendable, tanto si las imprimís en casa como si las compráis, que os hagáis con al menos dos juegos del abecedario completo, para poder hacer palabras con las letras.
Cuando ya conocen el alfabeto podemos jugar a crear palabras del mismo modo, dibujando la silueta “PAPA”, “MAMA”, “BOB”, “PATRICIO”, “DORA”, para que ellos coloquen las letras y vayan dándose cuenta de que están construyendo palabras.
En casa no se enseña a leer con un cuaderno, sentados en la mesa como si estuviéramos en clase (suena hasta aburrido sólo diciéndolo), sino con alternativas, con letras de imán, recortadas o hechas en el momento, sea como sea, pero como parte de un juego, creando palabras que conozcan para que no les parezca un agobio el asunto. De hecho, si se agobian, yo lo dejaría para más adelante.
6. Empecemos con las mayúsculas
Una de las grandes dudas a la hora de enseñar a leer a los niños es ésta: ¿Se empieza con mayúsculas o con minúsculas? La respuesta ya os la he dado, se empieza con mayúsculas. El motivo es simple, ya que es una cuestión de practicidad y facilidad: las letras mayúsculas son más rectas, tienen menos adornos, están separadas unas de otras y por ello son más fáciles de recordar. Como lo último que queremos es que el niño se canse aprendiendo lo más lógico es ponérselo lo más fácil posible y que vaya aumentando su nivel en base a sus ganas de seguir aprendiendo.
Una vez las distingue y una vez va leyendo algunas cosas ellos mismos irán integrando las minúsculas, porque en nuestro entorno hay muchas cosas por leer en letra de imprenta minúscula. Si no, también hay cuentos con minúsculas, por supuesto.
7. Comprad los cuentos de las películas que ven
A los niños les encantan ver las películas una y otra vez, así como leer los cuentos una y otra vez. Es su manera de aprender cosas, palabras, conceptos, y en cierto modo la manera de absorber conocimientos (gracias a la repetición). Cuando ven una película, por ejemplo en el cine, enseguida suelen pedir volver a verla, siendo un problema porque volver al cine a verla es un rollo para los padres, que ya conocemos la historia y un gasto que ya hemos hecho, para que luego, pasados unos días, aún vuelvan a pedirnos otra vez la misma película.
Una alternativa, una manera de ofrecer una repetición que sacie la sed de vivir de nuevo la experiencia puede ser comprar algún libro de la película. Hay para varias edades, y para los pequeños suele haber libros con la historia resumida, incluso con pegatinas o dibujos que se mezclan con las frases, que son perfectos para que les expliquemos el cuento y para que vayan viendo las letras y las palabras que cuentan la historia que tanto les ha gustado en el cine y que tanto les sigue gustando en papel.
8. Jugad a juegos de pistas
Este es el juego que más ha resultado con nuestro hijo Jon, porque empezamos a hacer estos juegos hace unos tres años, simplemente como divertimento y descubrimos que era una manera perfecta de que leyera y de que además escribiera, pues ahora es él el que nos deja pistas a nosotros.
El juego consiste en esconder una sorpresa en algún sitio (un juguetito, algo de comer, lo que queráis, que no tiene porque ser algo nuevo, pues lo divertido no es el fin, sino el medio) y hacer pistas para llegar a él. Si por ejemplo lo escondemos en el primer cajón de la mesita de noche de nuestro cuarto podemos hacer una serie de pistas, con post its, empezando en un lugar donde le digamos “¿Qué es esto? ¡Ah! Una pista para encontrar un tesoro”, mostrándole un post it pegado en cualquier sitio donde leamos (por ejemplo) “LOS YOGURES SE COMEN CON UNA…”, y un dibujito de un mapa al lado, para hacerlo más divertido.
La respuesta, lógicamente, es cuchara, así que habrá en el cajón de las cucharas una nueva pista que nos lleve a otro lugar (por ejemplo: “ME GUSTARÍA LLAMAR A LA ABUELA”, frase que nos llevará al teléfono, donde habrá otra pista), y así hasta que la última pista diga “EL PRIMER CAJÓN DE LA MESITA DE NOCHE”.
Se gastan unos cuantos post its, más los que gastará luego vuestro hijo cuando quiera haceros el juego a vosotros escribiendo, pero os lo pasáis bien con los acertijos, le hacéis pensar y lo que es mejor, acaban tratando de leer lo que pone en cada post it.
9. Poned los DVDs con subtítulos
Al llegar el DVD, con una capacidad de 4,3 Gb, la definición de las películas pudo aumentar porque la capacidad era muy alta, pudiendo llevar también audio en otros idiomas y subtítulos. Esto hizo que cada DVD se convirtiera en un estupendo elemento para aprender idiomas (yo suelo ver las películas en inglés subtituladas al español, para ir pillando algo) y una estupenda herramienta también para que los niños aprendan a leer.
La primera vez que ven una peli yo no pongo nada, que disfruten la película tranquilamente, pero cuando piden revisionarla sí añado subtítulos en castellano (no siempre, cuando me acuerdo) para que la vean y, si quieren, la lean. Mi hijo Aran de 3 años no hace ni caso, lógicamente, porque aún no sabe leer, pero Jon, de casi 6 años, sí las va leyendo.
10. Haceos con un karaoke
Como veis la idea es que los niños lean, pero casi sin que se den cuenta de que están leyendo, es decir, que lo hagan de manera natural mientras hacen otra cosa que les divierte. Tras los juegos de pistas y las películas con subtítulos otra manera estupenda de hacer que refuercen la lectura de manera divertida es mediante el uso del karaoke. Tanto el consejo anterior como éste están destinados para niños que ya van leyendo algunas cosas, más que para los que empiezan, básicamente porque en las películas y canciones el texto va pasando más o menos rápido.
Los karaokes, por definición, están hechos para leer. La mayoría de las personas, aunque conozcan la canción, van leyéndola para ver cuándo toca cada sílaba y los niños hacen lo mismo. Micrófono en mano van leyendo la letra mientras la van cantando. De nuevo, explicando nuestro caso, a Jon se le escapan algunas palabras, pero va cazando algunas frases de canciones cuya letra desconoce y las mete donde puede, pasándoselo bien mientras mamá le hace la voz femenina (de “Un mundo ideal” de Aladdin, por ejemplo).
Si no queréis comprar un karaoke siempre podéis buscar alguna de las soluciones que ofrecen las consolas de hoy en día, con juegos que vienen con micrófono (nosotros tenemos el Disney Sing it Family Hits en la Wii, por ejemplo ) o descargar por internet algún programa de karaoke y buscar canciones que les gusten.
No hay prisa, son niños
De nuevo, antes de acabar, recordar que no hay prisa ninguna. El ritmo lo tiene que marcar el niño, ya que le estamos enseñando porque quiere aprender. Como habréis visto en ningún momento he comentado nada de quince minutos diarios, ni de sentarse con el niño en la mesa a que lea una página por día. Tan sólo he ofrecido recursos para que los niños lean sin darse cuenta, mientras juegan. Por si sirve de ayuda o referencia, Jon conocía las letras con dos años y medio y empezó a leer con cuatro y medio, creo recordar. O sea, que tardó dos años en leer frases completas, que no es ni mucho tiempo ni poco tiempo, es simplemente el momento en que él quiso realmente saber leer.
Fotos | Roxeteer, Arrathoonlaa en Flickr (CC)
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